Del viaje del héroe

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Del viaje del héroe

«la travesía del héroe mitológico puede ser incidentalmente concreta, pero sobre todo es interior, en profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración del mundo.»

(Campbell, 1993)

La búsqueda del sentido de la vida ha estado presente desde el comienzo de los tiempos y se le ha dado el nombre de «el viaje del héroe». El héroe intrépido buscador del sentido atraviesa la oscuridad de la noche existencial a partir de una petición de su propio interior que le hace apartar toda distracción. De alguna forma podemos decir que pierde la condición humana atada a las convenciones. De hecho, la propia humanidad, probablemente  por exigencia evolutiva, mantiene la tendencia de esta disposición hacia lo desconocido. Las enseñanzas de iniciación y regeneración, los sacramentos portadores de la gracia entregados a la antigua humanidad se mantienen a lo largo de la historia esperando la llamada interior. El viaje del héroe encara el laberinto humano anclado en la expectación, ha de atravesar el coso a fin de llegar en soledad vestido de luces y bajo la encarnación de la unidad, de lo masculino y lo femenino, hasta el encuentro con el toro-demonio, simbolizado en la montera, dando paso a la tragedia, la comedia o la epopeya. Sea cual sea el caso, hay un reconocimiento de la vida universal que requiere poner la intención en el mundo interior, donde se han de vencer oscuras resistencias y taparse con cera los oídos ante las trivialidades y las devaluaciones, a fin de llegar a la transfiguración.

La llamada interior general a toda aventura representa un primer aviso que puede ser negado. el buscador puede ser hostigado tanto por este aviso como por el emergente miedo a la aniquilación. Después ha de ser capaz de integrar esa llamada y confiar, según dice Campbell, en la ayuda sobrenatural para ir cruzando los umbrales, guardados por el arcádico dios Pan, generador del pánico, de la misma forma que Buda alcanzó la libertad cuando accedió al principio trascendente que está detrás de los nombres y de las formas.

Posteriormente, llega el camino de la prueba que conlleva la humillación de los sentidos, el retiro de las cosas del mundo, como se expresa en el mito sumerio del descenso de la diosa Inanna al mundo inferior, a la gran profundidad, abandonando la Tierra. El héroe debe dejar el orgullo, atravesar el horror, la repugnancia, la locura, el fanatismo y someterse a lo absolutamente intolerable. La aniquilación del hombre no es más que la aniquilación del ego. El encuentro con la diosa del mundo representa la última aventura, la del alma triunfante: el héroe ya puede contemplarla sin miedo, sin accidentes, y entrar en la reconciliación con el padre en la apoteosis ante una realidad que supera lo objetivo y lo subjetivo. El regreso, al igual que en el cuento budista del pastoreo del buey, supone echar una mano en el mercado. Ya puede cargar con el vellocino de oro, despertar a la princesa dormida: la humanidad. Para entonces ya es sabido que las brujas se convierten en diosas y los dragones en guardianes de los templos, hallazgo no exento del peligro cuyo verdugo es la espada de Damocles, como atestiguan los suicidios, la existencia de los psiquiátricos y las muertes repentinas.

Puede haber una negativa al regreso humano, no es fácil volver del jardín, del paraíso, y probablemente puede haber una huida mágica, puede que hacia el poder, lo que explica determinados personajes históricos. El regreso supone encontrarse de nuevo con las ruidosas obscenidades del mundo, el carrusel de las formas, las inestabilidades entre el júbilo y la congoja, la persecución imparable de los objetos, mundo que es desafiado por la llamada interior, puesto que ya se ha roto con lo política y socialmente correcto. Para entonces el héroe ya se ha convertido en un traductor entre los dos universos, un mito cuy sentido es la forma como el espíritu se comunica con la realidad ordinaria.

  • Extraído del libro de Manuel Almendro, Chamanismo. La via de la mente nativa. Sabiduría Perene

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