Ritos de Pasaje para adolescentes

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Ritos de Pasaje para adolescentes

Crecer, pasar de ser un niño a un hombre y de niña a mujer es una transición compleja, llena de obstáculos y, a veces, incompleta. La sociedad moderna, a menudo, percibe a la adolescencia como “la edad difícil” y los jóvenes adolescentes son etiquetados como delincuentes juveniles, irresponsables, propensos al riesgo y conflicto. Mientras que algunos adultos piensan que su propia adolescencia fue la época más difícil, para los jóvenes adolescentes es una etapa de exploración, toma de riesgos y quiebre de estructuras.

¿Es la adolescencia un movimiento hacia la independencia psicológica o, como Jung lo nombró, el comienzo de “la individuación” o auto-consciencia? Sí y, muchos factores convergen alrededor de los adolescentes y el contexto social que rodea al adulto emergente es crítico para un desarrollo psicológico: si el ego emergente no es suficientemente fuerte dado a que la auto-imagen está devaluada por la invalidación y crítica social, la adolescencia puede ser un momento de transición que deje profundas heridas psicológicas.

Los ritos de pasaje facilitan esta importante transición humana ¿qué son los ritos de pasaje en la adolescencia? La transición de niño a hombre, de niña a mujer es en sí mismo un rito de pasaje, un proceso de iniciación ¿cómo sabemos cuando un niño se convierte en un hombre? ¿cómo sabemos cuando una niña es una mujer? En las culturas tradicionales, esta transición ha sido atendida, cuidada y celebrada por los mismos hombres y mujeres de la comunidad. El momento de inicio varía en los niños y va entre los 13 y 15 años de edad, en las niñas comienza con la menarca, o primera menstruación, en el caso de los niños el detonador es un tema psico-biológico, en el caso de las niñas, uno biológico.

Poniéndolo en términos simple: un niño o niña es una persona que tiene pocas responsabilidades sociales y no está familiarizado con las “leyes espirituales” de una comunidad, no se pueden casar ni ser llamados adultos propiamente hasta que sean iniciados por los adultos mayores de su comunidad. Un rito de pasaje inicia al niño en la adultez e independencia así como amplía su responsabilidad social.

En términos psicológicos, las niñas y los niños usualmente se separan de sus padres en cuatro diferentes maneras:: (1) el niño o niña comienza a separarse de los padres pero los padres no lo hacen (2) los padres comienzan a separarse del niño o niña pero este ultimo no lo hace (3) ambos, padres e hijos se separan (4) ni el niño o niña ni los padres se separan. Obviamente la opción (3) muestra una separación optima mientras que la (2) y especialmente la (4) tienen enredos inherentes que pueden provocar “complejos” (complejo materno o complejo paterno) y sus respectivos dificultades psicológicas al madurar y convertirse en adultos independientes. Las dificultades emergen cuando los padres no son sensitivos a los cambios psicológicos hacia la independencia y el deseo por experimentar al mundo adulto que caracteriza a la adolescencia. A menudo, los padres proyectan expectativas rígidas, posesivas y, a menudo, no realistas sobre sus hijos adolescentes. A medida que el niño o niña entra al mundo adulto del sexo, el alcohol, las drogas, la ansiedad de los padres crece. Sin embargo, bajo el deseo de cuidarlos, surge el control y la autoridad que, a su vez, acarrean una actitud de rebelión o de secreto en los adolescentes. La exploración del adolescente sucede de todas maneras y el rol de los padres es crítico para la relación a largo plazo en términos de comunicación y confianza.

A continuación, muestro un mapa sobre el ego emergiendo del Self (Sí-mismo). A medida que el ego se desarrolla y fortalece, el niño o niña se vuelve más consciente de sí como una entidad independiente de sus padres.

En los ritos de pasaje celebrados en las culturas tradicionales, no hay adolescencia. El niño o niña va de infante a adulto. No hay un prolongado periodo de “adolecer” intermedio entre la infancia y la adultez. No hay rituales de ritos de pasaje, no hay etiquetas que nos indiquen que uno ha entrado a la adultez. Esencialmente, los ritos de pasaje dan poder al iniciado. Se trata de que los padres y la comunidad entera finalmente reconozcan, abiertamente y solidariamente, que ahora son iguales. Este es un profundo punto de inflexión psicológico. Esencialmente, los padres dirían: “te damos el regalo de la responsabilidad que tienes ahora que eres igual a nosotros”.

Sin embargo, qué tan a menudo sabemos que en la cultura actual, los padres retienen el reconocimiento por la igualdad con sus hijos, siempre asumiendo que saben más que ellos o descalificándolos en múltiples maneras, negando su estatus de adultos. En las culturas tradicionales, de manera diferente, los padres y la comunidad comparten la igualdad y responsabilidad con sus hijos con dignidad y respeto.

Psicológicamente hablando, la transición adolescente es el camino de la identidad emergente, el comienzo de la auto-consciencia y la separación del control adulto (externo) hacia la independencia psicológica y práctica. La adolescencia es, a menudo, un momento para ser auto-conscientes, una nueva consciencia del cuerpo y de la relación con otros comienza a emerger desde la inconsciencia de la infancia. Anteriormente, la autoridad estaba proyectada hacia los padres quien aparecían como los responsables de cuidar al infante de los peligros de la vida. Sin embargo, en la adolescencia también se trata de la auto-consciencia hacia la propia experiencia y la construcción de significados individuales. La agonía de ser “auto-consciente” y el deseo de ser independiente agrega una creciente presión en la relación con los padres. El adolescente prueba los límites que los padres le han impuesto, quiere aprender involucrándose en la vida y encontrando su propia experiencia.

¿Es posible traer los ritos de pasaje de vuelta a la sociedad contemporánea? Tradicionalmente, los ritos de pasaje eran fundamentales para la sobrevivencia de las comunidades, sus leyes, sus relaciones, sus comportamientos, sus creencias y sentido de propósito y significado. Su cosmovisión era más simpe y colectiva así que el conocimiento adecuado junto con la sabiduría y el comportamiento estaban prescritos desde el nacimiento hasta la muerte. El mundo actual es mucho más complejo para el adolescente, hay muchas más indicaciones que lo orientan hacia el individualismo y los valores competitivos inundan los medios de comunicación y los modelos educativos. Los padres ya no están tan ciertos sobre la sabiduría local y el conocimiento comunitario que habría que transmitir a sus hijos. Los jóvenes viven en un mundo que cambia constantemente, un mundo fragmentado, incierto sobre el futuro del planeta.

Además, la educación predominante se centra en el desarrollo de habilidades para conseguir empleos, en contraste, los ritos tradicionales se trataban de co-existir en comunidades sustentables y en estrecha relación con su medio ambiente. Los ritos de pasaje tradicionales le daban al niño y niña las herramientas y el conocimiento para ser un adulto, para tener un lugar en el mundo, un propósito, un rol en la comunidad y para estar totalmente integrados en la sociedad.

Todo esto, proveyéndoles de un contexto social para crear significados, sentido de pertenencia, integración y continuidad. Era un trabajo solidario que afirmaba a los jóvenes adultos como miembros de la sociedad: inclusión no exclusión. Este contexto reforzador y afírmate era psicológicamente saludable y sustentable, daba una plataforma sólida a los jóvenes adultos a medida que se movían hacia las responsabilidades de la adultez y criaban a sus propias familias. Así que los ritos de pasaje son también en sí mismos las enseñanzas más adecuados para sobrevivir en un mundo individual y global.

¿Qué pasa cuando no hay ritos de pasaje? Los ritos de pasaje todavía existen en la sociedad moderna sin embargo, en una manera desordenada, profana e inconsciente. Es diferente entre niñas y niños. Los ritos de pasaje para los niños se trataban de una iniciación en la muerte y renacimiento psicológicos, esto es, la disolución de una vieja identidad o historia y el surgimiento de una nueva. Durante el ritual, la identidad masculina se re-construye, no definida por ningún cambio biológico, sino a veces enfatizando y llevando a cabo una serie de actos traumáticos que dejaran una huella, a veces también física, en la psique del niño. Estas iniciaciones a menudo incluían la remoción de dientes, la circuncisión, el asesinato de algún animal peligroso y arrancar un diente o una pata y conservarla como trofeo, búsqueda de visión (vision quest), tatuajes, asesinato de algún enemigo, actos homosexuales y/o la combinación de los arriba mencionados.

Los niños eran advertidos de su próxima muerte y renacimiento como hombres, con nuevos nombres, nuevos objetos sagrados, nuevo conocimiento y la responsabilidad de tomar una esposa. Para muchos era una experiencia aterradora necesaria para la transición de niño a hombre sin embargo estos rituales facilitaban y daban forma a movimientos arquetípicos (el surgimiento de la estructura del ego) que buscaban su expresión en el mundo externo. Incluso las madres jugaban un papel importante pues debían pretender no reconocer a sus hijos cuando regresaban de dichas iniciaciones, reforzando la experiencia por la que habían pasado. La separación de la madre para convertirse en hombres era un resultado importante de estos ritos, incluso, después de los ritos, los ahora adultos debían de pasar con los hombres mayores por periodos prolongados de tiempo sin regresar a ver a su madre.

¿Qué puede pasar si los hombres de la sociedad contemporánea no pasaran por alguna forma de estos ritos de pasaje a lo largo de su extendida adolescencia? Algunos nunca crecen y permanecen como grandes niños. Aprenden a través de sus continuos errores y los traumas que inconscientemente provocan a otros, particularmente en sus relaciones. Esta condición a menudo es llamada “Puer” o “el joven eterno”. Algunos hombres de la sociedad actual no crecen hasta que llegan a sus treintas, algunos otros nunca lo hacen. No quieren responsabilidades y sus relaciones quiebran cuando llega el momento de ser responsables por otros. Ellos quieren ser libres y van de una relación a otra.

Para las niñas, en las culturas tradicionales la responsabilidad primaria era engendrar para la sobrevivencia de la comunidad. Cuando comenzaban a menstruar, eran apartadas de los hombres y pasaban días o incluso meses con las mujeres y ancianas siendo iniciadas en los roles de la maternidad y la compañía a los hombres. Se esperaba que se casaran y tuvieran hijos y que apoyaran a la comunidad sembrando y recolectando alimentos, así como transmitiendo los valores y responsabilidades sociales y espirituales. En algunas culturas, las mujeres tenían igual poder que los hombres, especialmente en aquellas donde las tareas de mujeres y hombres eran secretas entre géneros. El mismo hecho de dar a luz y la responsabilidad que trae engendrar a un hijo, catapultaba a la niña de la infancia a la adultez, sus nuevas responsabilidades eran un cambio dramático que la transformaban. En algunas de estas culturas tradicionales, las niña se convertían en madres a temprana edad. Diferente a los niños cuyas nuevas identidades tenían que ser construidas mediante los rituales, las niñas se convertían en mujeres debido a la necesidad de gestar vida.

En la cultura contemporánea, la diferencia entre los ritos de pasaje entre niños y niñas ha disminuido. La menstruación no determina la madurez pues ahora las niñas tienen mucho más control y elecciones sobres sus cuerpos y sexualidad. De hecho, algunos sugieren que ya no hay una clara distinción entre los ritos de pasaje de niños y niñas en términos de la construcción de identidad. Las niñas pueden desarrollarse rápidamente y estar más avanzadas en el desarrollo psicológico que muchos niños de su misma edad.

Hay cambios inherentes y profundos que sucederán solos durante la adolescencia, uno es la determinación natural a convertirse en un adulto consciente. El proceso no puede ser detenido ni ignorado. La cuestión es como proveer el mejor contexto y ambiente solidario para que el despertar del ego sea creativo, fuerte y audaz en el mundo, para asumir las responsabilidades y presiones de ser un adulto durante la fase heroica de la vida, haciéndose un lugar en el mundo.

La mayoría de los problemas de salud mental, especialmente la esquizofrenia, se derivan de complejas situaciones durante el desarrollo de la adolescencia. Esto podría ser considerado como ritos de pasaje incompletos; cuando la transición no es completada, la estructura del ego es frágil y la auto-imagen (sentido de uno mismo) es degradada a través de proyecciones negativas de los padres, la cultura, el género y la educación o el sistema de creencias. Las heridas sin cicatrizar y el abuso, la alienación debido a la preferencia sexual, expectativas poco realistas, condiciones de raza o creencias religiosas, todos pueden ser los factores que dan lugar al desarrollo de un ego frágil. Cuando el ego no es lo suficientemente fuerte como para entrar en relaciones transparentes, la vida laboral, el matrimonio o responsabilidades sociales, puede colapsar o fragmentarse bajo diversas presiones. Cuando la presión es demasiado grande, el ego puede ser abrumado por el inconsciente y retroceder en la depresión, desintegrándose en otros problemas de salud mental que conducen hacia la auto-medicación a través de las drogas y el alcohol u otras conductas destructivas.

Los ritos de pasaje en las culturas tradicionales eran rituales sociales que proporcionaban seguridad al niño o niña para transitar de una etapa de desarrollo a la siguiente. En dichas tradiciones, la adolescencia era la más importante de todas las transiciones porque el rito de pasaje ritual daba al joven adulto una identidad, el contexto y un mapa hacia la vida adulta. La nueva identidad era totalmente apoyada y reforzada por la comunidad a través de ceremonias de celebración que completaban la transición. No podemos traer de vuelta los ritos tradicionales de pasaje, tampoco es el caso, sin embargo, necesitamos tener en cuenta la necesidad de proporcionar señalamientos y rituales significativos para reforzar profundos patrones arquetípicos que demandan tomar forma externa para facilitar el ego en desarrollo y su identidad cambiante como hacia un adulto fuerte y funcional.

Martin James Peake

Traducción por María Islas

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